Por HUGO L. DEL RÍO
Ene 06, 2012
México, líder de naciones

Es difícil entender al presidente Felipe Calderón Hinojosa.
El panista cede al canto de las sirenas y se estrella en las rocas del autoelogio. Lo peor: no sabe que ya naufragó.
El hombre vive en un búnker alejado del mundanal ruido. Me recuerda al personaje de una novela corta de Bram Stoker: cosas horrendas sucedían a su alrededor mientras el tío se decía a sí mismo: “Yo soy inglés; esto no tiene nada que ver conmigo”.
El asesinato de los normalistas de Guerrero casi es caso cerrado. Los vídeos, las declaraciones de testigos y participantes carecen de importancia. Espeluzna la tragedia: la protesta de los muchachos no era del todo pacífica, pero se supone que la autoridad debe reaccionar con inteligencia y moderación. En todo caso, los estudiantes no portaban armas de fuego y de que hubo cientos de disparos, los hubo.
Ah, pero está en marcha la averiguación.
Y FCH nos hace saber su satisfacción porque ha cumplido su deber. Declaró –más bien declamó– ayer: “Yo me siento contento porque México está mostrando un rol de responsabilidad y también de liderazgo a nivel mundial”.
Vaya, después de tantos años nos ofrecen la pipa con el opio de que somos una nación líder.
El michoacano quizá piensa que el espejismo chovinista de un México erguido y orgulloso señalando a otros pueblos el camino a seguir basta y sobra para que el hambriento olvide su penuria y la sociedad se sienta a salvo de sicarios y policías.
En Concordia, Sinaloa, el jefe de Estado pontificó sobre las excelencias de su administración. El pretexto: La inauguración del puente atirantado más alto del mundo, según
lo hace constar Guinness.
Por Dios, a quién le importa eso. Cincuenta millones de mexicanos, quizás más, cambiarían el registro de Guinness por una docena de tortillas. Lo peor:
Vivimos algo parecido a una guerra no convencional: tal vez la podamos clasificar como narcoguerrilla, y todos los días caen mexicanos abatidos por los malos.
Mala comparación, desde el punto de vista de la Historia.
Antes, nos preocupaban el desempleo, la carestía, los bajos salarios, la ofensiva contra los programas de bienestar social. Ahora sentimos que los violentos tienen a la sociedad con la espalda contra la pared. La respuesta de FCH: la militarización de México. Eso sí, con la bendición de Estados Unidos.
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