Por ÉRIKA OAXACA RODRÍGUEZ
Mar 12, 2012
Suri
El pasado miércoles casi una decena de personas, la mayoría de ellos jóvenes, fallecieron a causa de las balas. Uno de ellos, al parecer víctima de una bala perdida, fue José Fidencio García, alumno de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL. El joven, quien se convirtió en el cuarto estudiante de la Universidad Autónoma de Nuevo León asesinado a causa de la violencia en la ciudad, pintaba bardas con mensajes alusivos a la paz de manera voluntaria cuando lo sorprendió la muerte.
Hoy, para exigir justicia tras su asesinato, se realizó una marcha en Ciudad Universitaria. Sus amigos lo recuerdan con dolor, pero sobre todo, levantan la voz para que ningún estudiante más sea asesinado.

El miércoles 7 de marzo parecía un día como cualquier otro, parecía, en verdad parecía.
A las 9:30pm, mientras yo platicaba acompañada de unas copas con los vecinos, él veía bajarse de un taxi hombres armados. Todo fue muy rápido. Sonidos. Disparos. Ardor. Agonía. Muerte.
A la 1am yo dormía; él estaba en el silencio de una mesa fría. A él lo identificaban entre incredulidad y dolor. Sí, estaba ocurriendo.
A las 12pm yo trabajaba; sonó el teléfono, ése que jamás quieres que suene, ése que tiene noticias que cambiaran tu vida. —Mataron a Suri— dijo la voz entrecortada. Todo fue muy rápido. Llamada. Incredulidad. Llanto. Espasmo. Muerte.
A las 7pm yo estaba en un camión, incrédula. Él era entregado como si fuese la primera vez que lo vieran, como jamás esperas que te entreguen a alguien; con un sentimiento que hiela.
A las 9pm yo estaba irónicamente en la tumba, él iba entrando a la funeraria; la gente comenzaba a llegar; esta será una noche larga; pasó como si el tiempo no existiera. Minutos, horas, qué más da.
8am y escuchaba nuestra tragedia por radio, pero, "¿por qué lo mataron?" "¿Andaba en malos pasos su amigo?" Todo fue muy rápido. Sonido, ira, llanto. Muerte.
De 9am a 3pm, todo fue muy lento: velorio, llanto, incredulidad, impotencia, cementerio, llanto, gritos, dolor. Muerte.
Estamos aquí llenos de dolor y de rabia por el asesinato del compañero, amigo, hermano, novio, hijo, músico, locutor y estudiante José Fidencio García Neri, Suri.
El miércoles le arrebataron la vida, si bien una persona disparó, todos jalábamos el gatillo; la indiferencia de la sociedad nos hace cómplices del asesinato de ayer, de hoy, de mañana. Necesitamos unirnos, organizarnos, necesitamos una justicia que ninguna ley de gobierno nos dará: la justicia que sólo estará presente si todos nos unimos y la generamos.
No sé cuántos Suris, Gabys o Lucys tendrán que morir para que entendamos que la realidad nos ha superado, que ya no se puede vivir así, que esto nos está consumiendo, que cada persona que asesinan, sea civil, militar, narcotraficante, deja madres, esposas, novias, hermanos, amigos, que no podemos ponerle valor a la vida humana.
Dejemos de tenerle miedo a las palabras, que no nos asuste más decir narcotraficante, asesino, terrorismo de Estado, ejecución, porque Suri no murió, lo asesinaron, porque a Suri no lo mataron los malos, lo mató la indiferencia, el Gobierno, los narcotraficantes, la violencia; porque a Suri no le hacen justicia por el terrorismo de Estado de la guerra absurda del presidente Felipe Calderón; de la incompetencia de Rodrigo Medina y su fuerza policiaca; de la falta de memoria histórica de la sociedad.
No me da miedo decir nombres, no me da miedo señalar culpables, no me da miedo verme al espejo y saber que yo también soy responsable.
¿Cuál será el lugar equivocado? Hoy, Suri no pudo hablar. Yo sí.
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